Nuevas críticas a la OMS por la pandemia: los indicios que muestran la complacencia del organismo con China

La pandemia del COVID-19 tiene su primera víctima global: la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este organismo internacional surgido de la post guerra, que tiene entre sus responsabilidades prevenir y actuar sobre las epidemias, ha sido acusada por especialistas y gobiernos de ir detrás del virus y, por lo tanto, de no actuar adecuadamente para moderar su propagación. Las críticas señalan que esta organización dilató la toma de decisiones esenciales y omitió recomendar medidas sanitarias que más tarde fueron reconocidas como esenciales para combatir el virus. Nueva información relevante recientemente publicada confirma estos hechos.

Recientemente, un informe internacional elaborado por Five Eyes (una alianza que integran los Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda), que reprodujo el periódico británico The Daily Mail, mostró cómo el gobierno chino habría escondido la noticia de la expansión y peligrosidad del COVID-19, negándose a proporcionar muestras vivas a los centros y laboratorios internacionales que trabajan en el desarrollo de vacunas.

Entre las acusaciones se menciona que China negó al inicio de la epidemia la posibilidad de transmisión del virus entre seres humanos -que reconoció solo el 20 de enero-, y también que por un tiempo mantuvo en silencio la importancia que los portadores asintomáticos tienen en la transmisión de la enfermedad.

El informe menciona que la Comisión Nacional de Salud de China ordenó el 3 de enero que se destruyeran las muestras de virus y prohibió toda publicación sobre el tema. También hay polémica con la suerte corrida por Huang Yan Ling, investigadora del Instituto de Virología de Wuhan, que se cree que es la paciente cero. Mientras que el informe afirma que desapareció, el instituto chino negó que fuera la paciente cero y sostuvo que sigue viva, aunque dijo desconocer su paradero y eliminó su nombre de la base de datos.

Estas acusaciones de destruir pruebas y silenciar las consecuencias de la propagación del virus que denuncia el informe, negadas por el gobierno chino, encendieron las alarmas a nivel global acerca de la veracidad de la información proporcionada por ese país en términos del número de contagios y muertes, y de las acciones de sus autoridades sanitarias para limitarlos y controlarlos.

Recientemente, algunos estudios en Francia han logrado rastrear al paciente cero en ese país, llegando hasta el mes de diciembre pasado. Es decir, al parecer el virus circulaba en el mundo antes de que China informara sobre su existencia.

A su vez, algunos atletas que participaron de los Juegos Militares Internacionales en octubre pasado en Wuhan, denunciaron que tuvieron síntomas compatibles con el coronavirus; incluso uno de ellos, del equipo español, dijo haber pasado por una fuerte neumonía al regresar a su país al finalizar la competencia el 27 de octubre.

La polémica se agudizó cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó las afirmaciones de Beijing y se supo que no consideró las alertas tempranas que recibió de Taiwan en diciembre pasado sobre la existencia de casos nunca visto antes y su peligrosidad. (Esta isla, cuya denominación es República de China, no puede integrar la OMS porque la República Popular China no la reconoce como Estado independiente).

Inmediatamente, cayeron sobre la OMS críticas provenientes de numerosos gobiernos y especialistas, acusándola de ser una organización filo-china y de moverse atendiendo cuestiones políticas más que sanitarias, lo cual habría favorecido la expansión del virus en el mundo.

Como se sabe, una de las principales responsabilidades de la OMS es la prevención y el monitoreo de las emergencias sanitarias a nivel mundial. Fundada en 1946, la Organización inició sus actividades el 7 de abril de 1948. Con sede en Ginebra; Suiza, la integran 194 países. Tiene distribuidas por el mundo 15 oficinas regionales y emplea a 7 mil personas. Su presupuesto bianual alcanza los seis mil millones de dólares. Los países que más aportan para su funcionamiento son los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Japón. Estados Unidos es el principal contribuyente, con 450 millones anuales; China solo participa con 38 millones por año.

A pesar de que el virus fue secuenciado el 27 de diciembre, el gobierno chino transmitió la primera información a la OMS el 10 de enero. A la Organización pareció no importarle semejante atraso en la comunicación. En efecto, el mismo 10 de enero, su director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, tuiteó: “La rapidez y transparencia de China en este tema ha sido impresionante”.

A pesar de que crecía el brote a nivel local, la OMS comunicó que “no recomendaba ninguna medida de salud específica para los viajeros hacia y desde Wuhan” y se pronunció “contra la aplicación de cualquier restricción de viaje o comercio en China”.

El 14 de enero Ghebreyesus publicó un nuevo tuit en el que afirmaba que “No hay pruebas de que el virus se trasmita de hombre a hombre”. El Secretario General acababa de volver de Beijing, donde había felicitado públicamente al presidente chino, Xi Jinping, por la transparencia y buenas prácticas de su gobierno en el combate al coronavirus.

Más adelante, la OMS ensayaría una justificación con Larry Gostin, un alto funcionario de la Organización, al sostener en una nota publicada por el New York Times que “La OMS no disponía de los medios para verificar en el campo…; si queremos ser más piadosos, no hizo lo necesario, y se confió de China”.

Esta aparente mala praxis de la OMS se repitió con otras acciones y omisiones, que luego tuvieron que ser reconsideradas y rectificadas. Por ejemplo, los barbijos o tapabocas, definidas como “inútiles” por esta organización mundial, fueron recomendadas más adelante como medida de prevención para moderar la propagación del virus.

Lo mismo sucedió con los tests: la OMS los recomendó solo para los que tenían síntomas; luego cambió de opinión y propuso su aplicación extensiva. El Director General Ghebreyesus publicó el siguiente tuit recién el 16 de marzo: “Hay un único mensaje para todos nuestros Estados miembros: testear, testear, testear”.

La Organización también sostuvo al inicio que los pacientes asintomáticos no eran transmisores del virus, aunque luego reconoció que podrían serlo cuando la revista especializada Science publicó que el 80% de los contagios se debía a los asintomáticos.

Con estos antecedentes, no debería llamar la atención que la OMS dilatara la declaración de los sucesivos estadios o etapas de la epidemia hasta informar, tardíamente, que la situación había devenido en pandemia, todo lo cual debilitó la lucha contra el coronavirus. En efecto, la Organización tardó un mes en elevar de “moderada” a “elevada” la amenaza de epidemia fuera de China (28 de enero), y casi un mes y medio más en declarar el estado de pandemia (11 de marzo).

Algunos gobiernos, como los de Japón y Australia, ordenaron investigaciones con el propósito de determinar el origen del virus. La respuesta del gobierno chino fue inmediata: los amenazó con tomar represalias en el plano comercial si seguían adelante con la pesquisa.

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, culpó a China de haber diseminado el virus, aunque luego se rectificó diciendo que no había sido a propósito sino “tal vez debido a la incompetencia”. Cargó contra la OMS por el manejo sanitario y la calificó de “marioneta de China”, suspendiendo en abril los aportes que realiza el país para su financiamiento.

Es prematuro evaluar el impacto que esta crisis sanitaria global tendrá en la reputación de China y si se verá afectado su plan de expansión económica y política en el mundo.

Recientemente, la prestigiosa publicación alemana Der Spiegel reprodujo un informe de la inteligencia de su país que revela que el presidente Xi Jinping le pidió a la OMS que retrase el anuncio de la pandemia y que niegue la transmisión del virus de persona a persona, todo lo cual coincide con las declaraciones de Ghebreyesus citadas más arriba. El gobierno chino negó haberlo hecho.

Sin embargo, en las primeras etapas de la epidemia en Wuhan el informe menciona que de manera repentina China dejó de exportar insumos de alta tecnología vinculados con la atención de los enfermos de coronavirus, como los respiradores, y que por el contrario comenzó a importarlos de otros países.

En síntesis, la información que acabamos de reseñar, que es pública, apunta a que la OMS habría participado en un encubrimiento o, en el mejor de los casos, omitido comunicar a tiempo información clave sobre la propagación del virus, al no tomar decisiones tempranas tendientes a encapsular la epidemia en China. Del mismo modo, son numerosos los indicios que muestran una actitud recurrente de complacencia de con China en este asunto.

Por supuesto, los detalles de esta historia solo podrán ser confirmados por una profunda investigación internacional independiente. Sin embargo, la tradicional opacidad de la información que caracteriza al régimen político chino hace pensar que llegar a la verdad será una tarea casi imposible.

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